9 de
noviembre de 2019 – Itapiranga, Amazonas, Brasil.
Mensaje de
María, Reina del Rosario y de la Paz
En la
madrugada, a las 3.00.
Cuando estaba
acostado, la Madre Santísima me despertó y conversó conmigo diciendo:
Hijo mío, muchos renuncian al
mal sólo con las palabras de la boca para fuera, mas continúan siendo los
mismos después, pues del corazón todavía salen sentimientos ruines, deseos y la
voluntad de pecar.
Luchad contra el pecado:
perdonad y amad para merecer la cura del corazón, del alma y del cuerpo. Sin el
perdón no podéis merecer la bendición de mi Hijo Divino que muda y cura
vuestras vidas. Dios pide a todos el cambio de vida, con el arrepentimiento
sincero. ¡Quédate en paz!
Sobre las 12,
después de la precesión hasta la fuente de la misericordia y de la gracia, la
Madre Santísima apareció, bendiciendo a todos los peregrinos presentes en el lugar
sonde ella bendijo al fuente y nos dijo:
¡Convertíos! … Rezad, rezad.
¡Paz! … ¡Del perdón viene la cura! Sed de Dios.
Por la tarde,
después de la procesión, nuevamente Nuestra Señora se manifestó sobre el
horario habitual de su aparición diaria y me habló sobre los secretos
relacionados con Brasil, mostrándome, durante la aparición, grandes sufrimientos
ocurriendo en la nación brasileña, por medio de muertes, violencia y derramamiento
de sangre. Satanás desea la destrucción y la muerte. La Madre Santísima vino a
suplicarnos oraciones por la paz en Brasil. Si permanecemos sordos, con nuestros
corazones duros como piedra, el Señor nos corregirá por medio de persecuciones,
humillaciones, hambre y llanto. Acojamos el llamado de la Madre Inmaculada y,
así, el brazo poderoso del Señor todavía alejará su terrible justicia que podrá
alcanzar a Brasil muy pronto.
La Santa Madre,
en este día me mandó también decir a los peregrinos presente en su Santuario:
Muchos no saber ofrecer un
poco de sacrificio y de penitencia. Reclaman de todo, no aguantan esperar un poco
y pasar algunos minutos de hambre, sacrificando la voluntad humana. Quieren que
su voluntad sea realizada después. ¿Qué harán cuando llegue el gran castigo
sobre el mundo? ¿Aguantarán los días terribles y difíciles que vendrán, cuando
no tendrán qué comer ni que beber durante más de tres meses? No refunfuñéis y
no seáis ingratos, hijos míos, aprended a hacer penitencia y a sacrificar los
propios deseos y la voluntad humana, para que no sufráis demasiado después.
Ayunad. ¡Este es el tiempo del ayuno, de la penitencia y del sacrificio!
Aprendamos
cuanto antes a sacrificarnos y a hacer penitencia, porque los tiempos difíciles
están cada vez más cerca, a punto de ocurrir, y muchos no están preparados.