18 de julio 2020 – Manaos, Amazonas, Brasil
Mensaje de la Reina del Rosario y de la Paz
¡La paz a tu corazón!
Hijo mío, éstos son los tiempos de las tinieblas, los tiempos
de la gran desolación. El demonio usa sus secuaces para atacar la fe, hijos
míos y destruir la casa de Dios. Muchas Iglesias y altares están siendo
destruidos, quemados, robados y no existe una palabra para la defensa, la honra
y la majestad de Dios ultrajadas, mas un silencio de los que quieren esconder
sus intentos malignos y obscuros.
Aquellos que deberían condenar tales actos se callan y
omiten, porque hasta muchos de ellos son cómplices de todos estos ultrajes
cometidos contra el Señor y su Santa Iglesia. No existe más fidelidad,
obediencia y celo por la casa del Señor como está escrito en su Palabra: “pues
el celo por tu casa me consume” (Sal 69:9). Sino al contrario, la casa del
Señor se volvió una cueva de ladrones (Mt 21,13).
¡Mucho cuidado, hijos míos! El Señor está observando todo
esto. (Jr 7:11). ¡Despertad! No os dejéis engañar por los errores y seducciones
de Satanás. Nada de este mundo os llevaréis con vosotros, todo quedará para ser
consumido por las polillas y herrumbre. “Su oro y su plata se han herrumbrado,
y esa herrumbre dará testimonio contra vosotros y devorará vuestros cuerpos
como un fuego. ¡Vosotros habéis amontonado riquezas, ahora que es el tiempo
final!” (St 5:3).
El mercenario, que no es el pastor a quién las ovejas
pertenecen, ve aproximarse al lobo, abandona las ovejas y huye. Entonces, el
lobo las alcanza y dispersa el rebaño. El mercenario huye, porque es un
mercenario y no tiene celo por las ovejas (Jn 10, 12-13).
Hoy el mercenario está dentro de la Casa de Dios y se calla,
no dice una palabra en favor del Señor, de su gloria, en defensa de la fe y de
las ovejas, mas solo abre la boca para proferir blasfemias y errores, mas un
día serán enmudecidos sus labios mentirosos, pues con arrogancia y desprecio
deshonra a los justos.
He aquí lo que dice el Señor, hijos míos: ¡Mi ira
ascenderá y os haré perecer por la espada!. ¡Convertíos, convertíos, convertíos!
Retornad a Dios con el corazón arrepentido y Él os concederá su perdón y su
misericordia.
Yo os bendigo: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amén.