Mensaje de Jesús
Hoy, escuché la voz de Jesús,
que me dijo:
¿No quieres consolarme?
Toma mi corona de espinas, toma la cruz y permite que
seas crucificado por mi amor, para reparar las injurias de mis Ministros
ingratos y rebeldes.
Aquellos que te persiguen no te persiguen a ti, más a Mi.
Los que te critican e inventan mentiras contra ti son aquellos que también Me
critican y ofenden.
Hijo mío, la obra
grande y santa requiere grandes dolores y sufrimientos. Sin ellos la obra no
puede tener el sello de la Divinidad, la señal que viene de lo alto, de los
escogidos de Dios.
El mundo está en un desvarío tremendo, en una locura en
busca de la propia satisfacción y placer. ¿No hay más quién desee Dios? ¿No hay
más quien aspire a la santidad?
¿Dónde está la santidad y la pureza en el corazón de los
que dicen servir al Señor? ¿Para donde fueron, pues no los encuentro? Palabras
vacías es lo que escucho de los labios de muchos, palabras que llevan a la
muerte en vez de a la vid palabras que apagan la llama que todavía está
encendida para hacer vencer la oscuridad; palabras que magullan e hieren a
aquellos que me buscan a Mí y se lo impiden, porque son silenciados.
Nada quedará escondido por mucho tiempo, ninguna mentira
jamás prevalecerá sobre la verdad. Haré venir a la claridad la podredumbre de
los orgullosos y haré al soberbio llorar en el tiempo de la fiesta y de la
alegría.
Aquel que preparo todo eso va a ver el día de la fiesta
llegar, pero de ella no va a poder gozar. ¡Con mi soplo todo acabará!
Mira para mi Corazón y aprende a ser uno solo conmigo.
Deja que Yo siempre te guie y te conduzca. Entra en mi Corazón. Reza por tus
hermanos, para que no se debiliten delante de las pruebas y no pierdan la fe.
Haré un lavado general para purificar la humanidad.
Limpiaré los lugares más difíciles y haré brotar la vida donde reinaron las
tinieblas y la muerte, haré oír la voz del pequeño muy fuerte y al indefenso
daré mi fuerza y fortaleza que espantará a los mayores enemigos.
Por las peticiones de mi Madre, yo escuché el llanto de
mi pueblo, de mi pequeño resto (aquello que quedó), que Ella está preparando
con tanto amor y solicitud.
¡Coraje! Dios no os desampara jamás. ¡Yo, el Señor, estoy a tu
lado y te bendigo, dándote mi paz!