Mensaje de María,
Reina del Rosario y de la Paz
Antes de la aparición, escuché una voz que resonó
fuertemente, como un estruendo, diciendo tres veces:
¡BASTA!... ¡BASTA!... ¡BASTA!...
Hizo un silencio y, luego enseguida, vino la Sagrada Familia:
Nuestra Señora y San José que tenían al Niño Jesús que estaba entre ellos dos
sobre una nube. Él aparentaba tener la edad de tres hacia cuatro años de edad.
Nuestra Señora dijo:
¡La paz amados hijos míos, la paz!
Hijos míos, yo vuestra Madre, os pido: dejad de pecar,
sed obedientes a Dios, mudad de vida y renunciad al mundo para merecer el
cielo.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están muy ofendidos
con la desobediencia de los hombres y de las mujeres que no escuchan el llamado
que yo os hago en vuestro nombre.
El Señor está indignado y ultrajado por la falta de fe de
muchos cardenales, obispos y sacerdotes que ya no saben ser más una luz para
las almas porque están corrompidos por los errores y los pecados que el mundo les
ofrece.
Mi Corazón se encuentra ofendido, a causa de la indiferencia
y dureza de los corazones para con el amor de mi Hijo Jesús. No os alejéis del amor
de mi Hijo. Su amor libera y salva vuestras almas de las tinieblas y de todo
mal.
Pedid la misericordia divina para el mundo pecador, caso
contrario él será castigado severamente y muchos lugares desaparecerán de una
vez por todas de la faz de la tierra.
Hace mucho tiempo que os llamo a Dios, mas muchos de
vosotros no quisieron aceptar la gracia que Dios os ofrece por medio de mi
presencia maternal. Es mi intercesión, ante el trono de Dios, que todavía está
impidiendo que grandes calamidades se abatan sobre el mundo de forma dolorosa y
terrible.
Luchad por el reino de los cielos. Luchad para ser de
Dios. No os alejéis del Señor. Pedid la intercesión de mi Esposo José. Él os ayudará
a ser del Señor y a hacer la voluntad divina. San José, mi Esposo Castísimo,
está obteniendo hoy para vosotros grandes gracias y bendiciones.
Consagraos diariamente a nuestros tres Sagrados Corazones,
vosotros y vuestras familias, y estaréis protegidos contra todo mal.
Hijos, no reneguéis de mis palabras de Madre. Escuchadme.
Sed de Dios y la conversión y la salvación llegarán y entrarán en vuestras
vidas y en vuestras familias. Yo os amo y os bendigo. Volved a vuestras casas
con la paz de Dios. A todos os bendigo: en nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. ¡Amén!
El mensaje que San José me transmitió fue personal, para
mí, y después él habló conmigo sobre el secreto relacionado con la Santa
Iglesia. Él, como protector de la Santa Iglesia, vino por orden de Dios para
interceder para que un gran mal sea evitado, que podrá llevar a muchas almas a
la perdición eterna. ¡Recemos, recemos, recemos!